Impotencia

3 marzo, 2025
Impotencia

Difiero... Al conocimiento se llega mediante el cuestionamiento

IMPOTENCIA, ¿CORAJE O RESIGNACIÓN?

IMPOTENCIA, ¿CORAJE O RESIGNACIÓN?

Platicaba con mi hijo sobre su afición al futbol y me decía que disfrutaba mucho cuando jugaban bien y ganaban, pero que cuando el resultado era adverso sentía algo así como coraje y tristeza, y que no sabía a veces cómo encaminarlo; me gustó el tema y me puse a leer sobre este concepto.

La impotencia emocional, desde el punto de vista psicológico, es la sensación de no tener control sobre lo que pensamos refiriéndonos a un hecho, real o imaginario, o de no poder hacer nada para evitar un evento. Es una emoción compleja que puede provocar frustración, rabia, indignación, entre otros sentimientos. 

Esta falta de poder o incapacidad para hacer aquello que queremos, puede tener muchas causas afectivas; es decir, muchas situaciones nos lo pueden provocar y, como todas las emociones, no las decidimos, solo nos ocurren; lo que siempre podemos decidir es cómo reaccionamos ante ellas.

La impotencia nos dice "No tienes opciones", "No hay nada qué hacer", "No tiene sentido intentarlo", y eso nos puede provocar dos tipos de reacción entre muchas otras. La primera, de paralizarnos y dejar de intentarlo, buscar otro tema, a eso le podemos llamar resignación y es un camino que pasa después de sentir impotencia. La segunda, que también puede suceder, es que sintamos coraje, pero de ese que nos impulsa a volverlo a intentar, ese que nos dice que el resultado puede ser diferente y que tenemos la capacidad de lograrlo; nos genera acción, preparación, mejora en nuestro desempeño; nos lleva a identificar que conseguir las cosas que nos proponemos y sentirnos felices o tristes viene siempre de la expectativa que nos impongamos; cuando aceptamos y nos proponemos a disfrutar del camino y no solo esperar el resultado, entonces la frustración nos da impulso en lugar de resignación.

Cuando sentimos impotencia es porque previamente nos habíamos hecho una idea de posibilidad de que algo que creíamos podía suceder, y cuando no pasa, llegan a nosotros pensamientos de desilusión, pero debemos entender que es porque nos habíamos creado una expectativa y sentimos la obligación de que suceda, pero no es así; por ello, cuando sentimos impotencia, debemos regresar a pensar qué era lo que inicialmente queríamos que pasara y hacer un nuevo plan para que se realice; negar que sentimos impotencia no resuelve nada, todos la sentimos; decidir que cada persona va a tener muchas oportunidades, en la mayor parte de las situaciones, para poder lograr lo que se propone es un pensamiento disponible, que podemos ejercitar, y que está a nuestro alcance, este nos ayuda a través de la acción a sentirnos mejor y en paz con lo que nos ocurre.

En pocas palabras, Mario opina que:

La impotencia emocional nos puede generar resignación, o bien el coraje y las ganas de volver a intentarlo; cómo administrar este sentimiento tiene que ver con mi expectativa.

Atisbos de Conciencia

LO DESEO, PERO NO PUEDO HACER NADA: LA IMPOTENCIA EMOCIONAL

LO DESEO, PERO NO PUEDO HACER NADA: LA IMPOTENCIA EMOCIONAL

Mi análisis semántico sobre la palabra impotencia es este: la potencia es el poder. Una fuente de potencia es una fuente de poder. Así entonces, cuando tenemos o sentimos la potencia nos llega la sensación de que podemos. Bajo esa perspectiva, existen dos polarizaciones: la prepotencia y la impotencia. La prepotencia es la actitud que nos adjudicamos cuando creemos tener mayor poder, mayor capacidad o mayor autoridad que otros. Es un comportamiento que se caracteriza por el abuso del poder y la arrogancia. En el extremo, la impotencia es esa sensación intensa que nos invade cuando nos damos cuenta de que no tenemos control sobre alguna situación que nos afecta, ya sea porque no podemos hacer nada ya que no depende de nosotros, o porque las acciones de otras personas son las que afectan nuestro bienestar. Bajo este análisis me resulta muy fácil comprender cómo en una relación donde alguien se comporta de manera prepotente, la otra parte se pueda sentir impotente. 

Cuando ante una situación que enfrentamos surge la impotencia, nos llenamos de frustración y puede llegar a ser una experiencia agotadora, ya que al mismo tiempo queremos resolver y vivimos un gran caos buscando maneras para lograrlo. Este estado emocional puede provocar en nosotros ansiedad y, en el caso de las relaciones, un alejamiento de la otra persona que, claramente a nuestros ojos, no contribuye a satisfacer nuestras necesidades.

Hay una gran diferencia entre sentir impotencia por situaciones del contexto o situaciones internas, como pueden ser una enfermedad o un sentimiento que no podemos manejar; y sentir impotencia en situaciones en el terreno de una relación interpersonal. Para mí es muy claro, en mi experiencia al atender a otras personas, detectar los grandes estragos que se ocasionan en los niños y adolescentes por el abuso del poder de los padres, o en las personas en general por el abuso del poder en sus relaciones laborales o personales. Y es que hay que decirlo: en todas las relaciones de jerarquía con autoridad hay poder. El problema surge cuando se abusa de este, cuando surge la prepotencia. Y el resultado en la relación es la sensación de impotencia del otro, al no sentirse escuchado o sentirse controlado sin consideraciones. El aislamiento o alejamiento en la relación es entonces una reacción esperada y comprensible: nadie queremos estar en una relación, o en una situación, en la que no nos sentimos capaces, o entendidos, apreciados, respetados o libres para manifestarnos. El abandono de la relación es, pues, el resultado más común. 

Triste realidad cuando esto se provoca en niños y adolescentes que aún no cuentan con la fuerza y los recursos suficientes para abandonar la relación. Su alejamiento, entonces, es emocional. Y es así que se produce la fractura de las relaciones paterno-filiales.

En pocas palabras, Norma opina que:

Ante la prepotencia del otro, el resultado es la sensación de impotencia. Esto prepara el camino para el abandono de la relación... en el mejor de los casos.

Creer para ver

LA IMPOTENCIA DE NO PODER HACER QUE MI PAREJA CAMBIE

LA IMPOTENCIA DE NO PODER HACER QUE MI PAREJA CAMBIE

No me vas a creer, pero este artículo ya lo había escrito con otro enfoque y otro título. Justo el día que lo entregué, tomé un taller para matrimonios con una psicóloga de nombre Pilar Cortés. No tenía el gusto de conocerla, pero me habían hablado maravillas de ella. Debo reconocer que al principio no tenía muchas ganas de ir, pero en los primeros minutos de conectar con su vibra y mensaje me di cuenta de que sería un gran aprendizaje. El taller fue intensivo, dos días y más de 15 horas de trabajo, pero valió la pena cada segundo.

Al salir, algo me decía que debía cambiar mi artículo y compartir esta vivencia, además de que Fer, que es quien siempre me revisa y da retro antes de enviar mis artículos a Maritza, nuestra editora, me dejó con la espinita de que no había contado una vivencia y que sentía que eso era lo padre de mis mensajes. Un tema tan importante como la vida en pareja merecía que se le diera este espacio. Lástima que el concepto de estos artículos es comunicar todo “en pocas palabras”, porque en este caso me gustaría cambiarlo a “muchas palabras”, jajaja. Pero aquí les va la idea central.

Uno de los puntos importantes del taller, como ya te has de imaginar, fue que la comunicación es clave para cualquier relación sana, pero lo que más me marcó fue darme cuenta de algo que nunca había puesto en palabras: la impotencia que sentía de no poder hacer que mi pareja cambie. Y lo más interesante es que me di cuenta de que no tengo por qué intentarlo.

Muchas veces creemos que si nuestra pareja cambiara ciertas cosas, la relación sería perfecta. Nos aferramos a la idea de que si tan solo hiciera esto o dejara de hacer aquello, todo funcionaría mejor. Pero en realidad, el amor no se trata de moldear al otro a nuestra medida, sino de aprender a convivir con lo que cada uno es. Querer que alguien cambie solo genera esa impotencia, desgaste y una lucha constante que no tiene final.

También entendí que cuando nos enfocamos en lo que creemos que le falta al otro, nos perdemos lo bueno que sí está ahí. Nos acostumbramos a ver lo que no encaja con nuestras expectativas y dejamos de valorar lo que realmente nos enamoró en primer lugar. A veces, la necesidad de cambio tiene más que ver con lo que nos cuesta aceptar en nosotros mismos que con la otra persona (somos espejos).

Lo más curioso es que cuando dejamos de exigir cambios y empezamos a aceptar lo que la otra persona es, la relación mejora. No porque mágicamente todo se vuelva perfecto, sino porque dejamos de pelear contra lo que no podemos controlar y aprendemos a encontrar el equilibrio entre lo que podemos mejorar juntos y lo que simplemente hay que aprender a respetar o asimilar.

Hoy le doy gracias a esa emoción de impotencia que sentía porque me hizo comprender muchas cosas, y darme cuenta de que, como mencionaba Pilar, “Hay que apreciar y celebrar la belleza colateral del dolor en nuestras vidas, algunos talentos se nos ofrecen en forma de carencias.” Qué bonito, ¿no? ¡Gracias por estar aquí! ¡Te abrazo!

En pocas palabras, Kush opina que:

El amor no se trata de cambiar al otro, sino de aprender a aceptar y convivir con lo que cada uno es. La impotencia de no poder hacerlo nos enseña a soltar el control y valorar lo que realmente importa en la relación.

ATREVERSE A IMAGINAR Y APRENDER

IMPOTENCIA. DÉJALOS, DÉJAME Y DEJEMOS A DIOS

IMPOTENCIA. DÉJALOS, DÉJAME Y DEJEMOS A DIOS

Cuando no logramos lo que deseamos ya sea a nivel personal, profesional o en cualquier situación, la emoción que normalmente sentimos es impotencia. Sin duda, sentirla, pues hay millones de situaciones que no controlamos, es inevitable.

Existe una teoría que a mí me hizo sentido y ha cambiado la forma en la que me relaciono con esta emoción; la encontré en el libro Déjalos, de Mel Robbins; aquí ella explica en primer término que, ante cualquier situación externa a nosotros, nos repitamos esto: Deja que cada uno haga, decida, elija lo que considere mejor; en segundo término, expone que una vez que aceptas que cada uno puede elegir lo que desee, viene la parte en la que sí tienes absoluto poder y control: Déjame a mí reaccionar. En esta segunda parte de la teoría nos indica lo que en verdad sí depende exclusivamente de cada uno de nosotros pues en realidad como diría Viktor Frankl: “Nos pueden quitar todo menos la habilidad y capacidad para responder ante cualquier situación”. Si nos sentimos atrapados y por ello sentimos una enorme impotencia dentro de una relación, de un trabajo o cualquier situación complicada, empecemos por preguntarnos: ¿Cómo quiero estar en este momento? ¿Qué pequeñas decisiones puedo tomar hacia el cambio en la situación? Tener claridad sobre que lo único que en verdad nosotros podemos modificar, controlar y decidir  es cómo reaccionamos ante las situaciones que nos generan impotencia y eso puede hacer la diferencia. Ahora bien, si la indecisión es parte de mi reacción ante la impotencia, recordemos que elegir no decidir es una decisión con sus propias consecuencias y debemos responsabilizarnos de ello. Este cambio de paradigma a mí me ha funcionado pues entiendo que yo soy la única responsable de lo que siento y de cómo reacciono; este cambio elimina el papel de víctima y me hace tomar absoluta responsabilidad de mis emociones, expectativas y reacciones. Ser responsable de mis reacciones no es nada fácil pues siempre es más sencillo culpar a los demás o querer controlar las reacciones o actitudes de otros.

A la teoría de Mel creo que vale la pena agregarle una tercera parte para la Impotencia: Déjalos, déjame a mí reaccionar y la tercera sería: Aceptar los actos de Dios o de la naturaleza que no hay forma de entender (desastres naturales, muerte de alguna persona querida, una enfermedad). En estas situaciones no hay absolutamente nada que podamos hacer para cambiarlo, la única ruta posible es aceptarlo y desde ahí regresar a la segunda parte de la teoría: Dejarme reaccionar ante la situación que acepto que no puedo cambiar y, aún a pesar del dolor, siento que tengo la capacidad de responder ante ello desde un lugar dentro de mí que me permita seguir adelante. 

Seguir esta teoría sin duda no es sencillo pues elegir actuar desde nuestra mejor versión en lugar de hacerlo desde el miedo, resentimiento o la impotencia es de lo más complicado; sin embargo, nos regresa la responsabilidad de nuestras emociones, elecciones y, por ende, de nuestra vida.

En pocas palabras, Andrea opina que:

Si nos sentimos atrapados y por ello sentimos una enorme impotencia dentro de una relación, de un trabajo o cualquier situación complicada, empecemos por preguntarnos: ¿Cómo quiero estar en este momento? ¿Qué pequeñas decisiones puedo tomar hacia el cambio en la situación?

MÁS TEMAS POR EXPLORAR

/ 21

¡MENSAJE ENVIADO!

Tu mensaje ha sido enviado correctamente, en caso de ser mecesario nos pondremos en contacto contigo, ¡hasta pronto!