DIFIERO… AL CONOCIMIENTO SE LLEGA MEDIANTE EL CUESTIONAMIENTO
El amor, ¿propio o ajeno?
Hace unos días escuchaba a un joven comentar lo difícil que era encontrar el amor, que las parejas que había tenido le duraban muy poco y que, incluso, sentía que no era capaz de llevar una relación. Me llamó la atención su comentario y quise reflexionar sobre ese tema, así que me dispuse a leer para entenderlo mejor.
El amor, sin duda, es un enigma que, a lo largo de la historia, ha interesado a personas de todas las razas y talentos, entre ellos escritores, músicos, psicólogos y filósofos. Es una emoción compleja que se encuentra en el núcleo de nuestras relaciones, tiene un impacto importante y duradero en nuestras vidas, en nuestro desarrollo personal y en la manera en que nos relacionamos con los demás. El amor es multifacético: puede ser espontáneo y surgir en el momento menos pensado, o bien, ser una decisión consciente que genera un compromiso personal con algo o alguien.
Existen diferentes tipos de amor: por la pareja, por la familia, por los amigos... Pero existe uno que, creo, tiene una enorme fuerza, y es el amor por uno mismo, al que considero la base de los demás amores que logramos formar. El amor propio es un ingrediente muy importante para gozar de bienestar y lo podemos definir como la aceptación de los sentimientos que tenemos por nosotros mismos, hacia nuestro físico, personalidad, carácter, actitudes y comportamientos.
Entre las cosas que leí que me gustaron, decía un autor que amarse a uno mismo es el comienzo de un romance de por vida; pues en la medida en que reconozco el valor que tengo, sin duda se puede reconocer más fácilmente el de los demás, porque no estoy buscando en otro lugar cómo llenar mis carencias, sino que las entiendo, las acepto y busco cómo atenderlas. Es muy común confundir amor con dependencia emocional, cuando la necesidad de estar con la otra persona se basa en mi inseguridad personal o en el miedo a estar solo. Eso produce una relación desequilibrada, donde la felicidad de una persona parecería depender de otros, cuando, en realidad, debe basarse en que estemos bien personalmente, trabajando nuestros pensamientos, por más complejos que sean, y relacionándonos de manera amorosa y saludable con las personas que nos rodean. Encontremos en nosotros mismos una razón para sonreír, y con esa sonrisa, estoy seguro de que contagiaremos a muchos más.
En pocas palabras, Mario opina que: