Difiero... al conocimiento se llega mediante el cuestionamiento
¿HAY QUE APRENDER A FRUSTRARNOS?
En la comida, platicaba con mis hijos de 15 años. Les pregunté qué sentían cuando algo no les salía como esperaban. Me respondieron que se sentían frustrados y que era un sentimiento que experimentaban con frecuencia; incluso mencionaron que era un tema recurrente en sus pláticas con amigos. Con el fin de entender más sobre el tema, decidí investigar.
La frustración es una respuesta emocional que surge cuando tenemos un deseo, una necesidad o un impulso que no logramos satisfacer. Este sentimiento genera ira, molestia o decepción, y generalmente desemboca en enojo y luego en tristeza.
Lo primero que hay que entender es que la frustración es una respuesta primaria e instintiva que todos sentimos, aunque la experimentamos con distinta intensidad y provoca diferentes conversaciones en cada uno de nosotros. El punto clave radica en nuestra capacidad para gestionar y aceptar la discrepancia entre lo ideal y lo real.
Vivimos en un mundo que, a través de pláticas, redes sociales y relaciones interpersonales, nos envía constantemente imágenes y mensajes de perfección. Es natural aspirar a ello, pero está comprobado que esa perfección no existe y que solo genera frustración. Cuando me frustro, el pensamiento que experimento tiene que ver con una vivencia emocional elaborada por mí mismo a partir de una situación real que he vivido.
En la frustración, las expectativas que generamos antes de la situación frustrante juegan un papel determinante. Es decir, yo mismo determino mi frustración desde antes y la activo inmediatamente después de percibir un resultado adverso.
Es importante no confundir la frustración con la derrota, ya que no tienen relación. El resultado de cualquier situación que enfrento ocurre en el presente y no determina el futuro, ni generaliza todo lo que me sucede. Mi realidad siempre estará compuesta de cosas que valoro como positivas y también de negativas; es un agridulce constante.
Cada persona debe activar herramientas que le permitan enfrentar la frustración y transformar sus reflexiones. Por ejemplo, analizar claramente qué me hace sentir frustrado, aceptar lo que pasó, ser flexible con mis expectativas, agradecer lo que ya tengo, aprender de mis errores con humildad y no temer pedir ayuda. Todas estas actividades me estimulan a salir de esta situación.
Es necesario aprender a frustrarnos. Recordemos que la vida incluye una gran dosis de frustración, pero poner límites y trabajar en sentirme bien es una tarea que, a todas las edades, nos genera bienestar, y eso depende de mis pensamientos.
En pocas palabras, Mario opina que: