Autor invitado

De la envidia al propósito de vida

De la envidia al propósito de vida

En unas semanas, millones de jóvenes mexicanos a lo largo y ancho del país —y millones más alrededor del mundo— regresarán a sus escuelas para el comienzo de un nuevo ciclo escolar. Todas y todos estos jóvenes son igual de nobles, con sueños igual de grandes y gozando de un amor incondicional de sus madres y padres de familia. Sin embargo, todas y todos ellos vienen de contextos económicos, sociales, culturales, políticos y familiares diferentes. El salón de clases, en mayor o menor grado dependiendo de la diversidad de la población estudiantil, es un gran reflejo o representación de las diferencias en nuestras sociedades. Celebramos esta gran diversidad y es responsabilidad de todos y todas construir una sociedad incluyente. 

Sin embargo, hay un aspecto de esta diversidad que puede ser dañino para un joven: la necesidad de compararse con alguien más y el deseo de poseer algo que otro estudiante tiene. Es decir, el salón de clases podría convertirse en un espacio generador de envidia —esta emoción de querer tener lo que el otro tiene.  La envidia no solo se asocia con bienes materiales (autos, ropa, teléfonos de marca), sino con aspectos sociales como relaciones interpersonales (ser popular), pertenencia a ciertos grupos sociales (confiar estatus), habilidades deportivas o culturales sobresalientes (diferenciador nato) así como estilos de vida (señal de valores personales). Como argumenta Jonathan Haidt en su reciente libro La generación ansiosa, la evolución de social networks a social platforms ilustra que los y las jóvenes de hoy usan las redes sociales no para conectarse con otras personas sino para presentarse o lucirse frente a otras personas.  Aquel que no cuenta con tal marca, o no ha realizado tal viaje, o no pertenece a tal grupo puede sentir el deseo de poseer lo que el otro tiene. Claro, la envidia no es una emoción experimentada únicamente por las y los jóvenes.

Sabemos que la práctica de la gratitud (reflexión, journaling); el fomento de la autoestima (reconocimiento de logros y habilidades propias) y la definición de metas objetivas (comparación positiva, celebración de progreso) son algunas de las estrategias y acciones que fomentan una imagen positiva en las y los jóvenes. Dichas prácticas nos permiten darnos cuenta de lo valioso de nuestra propia vida; del amor que compartimos a otros y recibimos de otros; de las posibilidades y retos que enfrentamos hoy y los cuales nos ofrecen la oportunidad de crecer y florecer el día de mañana; y de la familia y amigos que nos rodean y nos acompañan en el gran viaje de nuestra vida. Si la envidia —especialmente en las y los jóvenes— es potenciada por redes sociales y la celeridad de la vida contemporánea, es la reflexión, la introspección y el agradecimiento lo que nos centra en el propósito de vida y amor propio.

En pocas palabras, Richard opina que:

En este inicio del ciclo escolar, mientras celebremos nuestra diversidad y aspiremos a una sociedad más incluyente, nuestra tarea será construir nuestro propósito de vida, respetando lo que tienen otros

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