Creer para ver

CARTA A MIS FUTUROS YERNOS

CARTA A MIS FUTUROS YERNOS

Se llegó el día de hablar de esta emoción tan fuerte. Los celos. Desde que me pasaron la lista de emociones que iríamos tocando mes a mes, cuando leí los celos, me revolvió el estómago.

No sabía cómo abordar el tema, porque, siendo honesto, sí soy una persona celosa. Con el paso de los años, he aprendido a gestionar mejor esta emoción, a no dejar que me controle, pero sigue siendo una emoción con la que de vez en cuando me toca lidiar. Siempre es importante observar y darte cuenta de qué es lo que hay detrás como lo hemos platicado en otros artículos; los celos traen consigo inseguridad, miedo a perder lo que amas, una sensación de proteger lo que consideras valioso.

Y bueno, siempre he creído que Dios te pone las pruebas en tus narices para que resuelvas tus temas. ¿Cómo te explico que, para esto, me mandó dos niñas preciosas como mis hijas, pues?, ¡jajaja! Una más de las cosas que había que trabajar en mi vida es precisamente esta emoción, y creo que no hay mejor escuela para ello que ser papá de estas dos pringas increíbles.

Así que este ejercicio que decidí escribir lo tomo hoy como un ejercicio hasta terapéutico. Me gustó esta idea de sentarme a escribirle unas breves palabras a esas personas que, quizá, algún día compartirán la vida con mis hijas y digo “quizá” porque ellas serán libres de elegir su propio camino: pueden casarse, pueden no hacerlo, y la decisión que tomen será válida. Pero si ese momento llega, si en algún punto de sus vidas encuentran a alguien con quien quieran compartir su vida, mi ejercicio aquí está hecho, ya me puse la soga al cuello y van a poder venir a decirme “Oye, aquí dijiste que…”, ¡jajaja!

Y bueno, aquí vamos…

A ver, cabroncito… no, no, no, qué pasó, perdónenme, no era por ahí, ¡jajaja! Ya, seriedad.

Querido yerno:

Hoy, mientras te escribo estas palabras, mi hija sigue siendo una niña. La veo correr junto con su hermana, reír, jugar y disfrutar la vida que su mamá y yo les hemos podido dar. Las tres llenan mi vida de una luz que jamás me imaginé que podría existir. Son el regalo más grande que la vida me dio y aprendo de ellas todos los días.

Desde el día en que nació Andrea y después Lucía, supe que llegaría el momento en que encontrarían a alguien con quien compartir su vida; me acuerdo, inclusive, de que una vez, con un toque bohemio y de nostalgia, puse la canción de José Luis Perales ¿Y cómo es él? y eso que apenas tienen unos años de vida. Esta canción tiene un gran significado en el tema de los celos, y expresa la idea de un padre despidiendo a su hija que se va con un nuevo amor, porque no te voy a mentir que esta idea de mi hija partiendo, me cuesta mucho trabajo asimilarla.

A partir de esas reflexiones, aprendí que el amor no es posesión, que no se trata de retener sino de acompañar. Mi papel como papá no es cerrar puertas, sino asegurarme de que sepan lo que merecen, que aprendan precisamente a elegir desde el amor, la libertad y la seguridad de lo valiosas que son.

Si en el momento en que esté contigo, veo sus ojos llenos de esa felicidad igual que cuando era una niña, confío en que habrás sabido valorar el gran regalo que la vida te ha puesto enfrente. No lo des por sentado, hijo, cuídala, respétala y hazla sentir amada todos los días. No somos perfectos, tendrás momentos de duda, si algún día no sabes qué hacer, marca estas palabras en tu corazón: ámala como si fueras yo, tenle paciencia, entrégate y nunca, pero nunca, dudes del regalo que has recibido.

No tengo duda de que, si haces eso, entonces este suegro que hoy escribe con el corazón en la mano, sabrá que su hija está donde debe estar.

¿Cómo ves? ¿Nos echamos un trago escuchando esa rolita de José Luis Perales pa´ llorar juntos?, ¡jajaja!

Bienvenido a la familia. ¡Gracias por estar aquí! ¡Te abrazo!

En pocas palabras, Kush opina que:

Los celos traen consigo inseguridad, miedo a perder lo que amas, una sensación de proteger lo que consideras valioso. A partir de esas reflexiones, aprendí que el amor no es posesión, y que no se trata de retener, sino de acompañar.

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